¿En qué termino la cuna de mi hija?

Angelina Perna Chaux, IBCLC.

Nuestra ilusión como madres cuando nos enteramos de que viene ese pequeño ser humano tan amado e importante para nuestras vidas, es algo inexpresable. Sin embargo, en ocasiones perdemos la cabeza y no sabemos qué hacer porque queremos que a nuestro bebé no le falte absolutamente nada.

Comenzamos a contactar a nuestros familiares y amigos a contarles de la enorme emoción, y a aquellos que tienen hijos les preguntamos desde cómo les fue durante el parto hasta acerca de los artículos que les compraron. Empezamos a imaginarnos en nuestro papel como madres y de todas las cosas que posiblemente podríamos adquirir.

Pedimos miles de recomendaciones y con el tiempo quedamos muy confundidas ante las necesidades reales de nuestros bebés. Es un momento único que igualmente hay que vivirlo y superarlo, pero con amor y responsabilidad. Según nuestros gustos y capacidad económica empezamos con lo que llamo, “la lista de los útiles inútiles de los bebés”.

Muchos padres primerizos hacemos caso omiso a algunos consejos y nos parece que todo lo que venden en las tiendas para bebés es necesario. Empezamos a escribir las largas listas de los preciosos artículos, comparar los precios y a averiguar cuáles son los más sobresalientes o cuáles se adaptan mejor a nuestras necesidades.

Una anécdota personal que deseo compartirles

Al enterarnos cuál era el sexo de nuestra hermosa bebé, mi esposo y yo fuimos a muchos almacenes a realizar las compras. Entre tantas ilusiones tenía una en especial y era hacerle un cuarto espectacular, puro, limpio, perfecto y tierno. Entre miles de opciones en cuanto a diseño y colores, escogimos los tonos pasteles para darle ese toque de ternura y feminidad. Uno de esos deleites era tenerle una cuna bonita, a la vez sencilla y que fuera multifuncional. No pensábamos en otra cosa más allá de esa idea.

Cuando armamos el cuarto y la cuna pudimos gozar con este panorama, era todo lo que queríamos en cuanto a su diseño. Sin embargo, cuando se acercó la fecha del nacimiento empecé a tener un sentimiento de angustia indescriptible. No dejaba de pensar que mi hija dormiría en esa cuna, en un cuarto distinto, ¿lejos de mí? Cada vez que se me venía esta imagen a la cabeza la que nadie me podía quitar, mis manos sudaban y mi corazón palpitaba rápidamente.

Por esta razón decidí conseguir una cuna de colecho que solo conocí durante la etapa de compras. Son cunas pequeñas que se acomodan cerca de la cama principal o en el lugar deseado. Como todo artículo de bebé puede ser útil o poco útil, no es algo de absoluta necesidad, aunque en mi caso si lo fue. Las cunas normales pueden servir como cunas de colecho siempre y cuando estén dentro de la habitación donde duermen los papás.

Esta pequeña cuna nos permitió que estuviéramos cerca de nuestra bebé, que pudiéramos atender a su llamado a un brazo de distancia, que durmiéramos todos de una manera segura y que, a la vez, ella sintiera nuestra cercanía. Sabíamos que así el colecho la protegería de la muerte súbita.

La experiencia de tener a nuestra hija en el cuarto nunca fue algo imaginado, por lo menos yo sé que desde el día en que nací dormí sola en una habitación. Durante el embarazo jamás lo habíamos reconsiderado hasta el día que nuestra hija llegó a nuestros brazos. Hoy en día seguimos disfrutando de su acompañamiento en nuestra habitación, fortaleciendo aún más el vínculo y la continuación de la  lactancia materna.

Como ya está más grandecita, por obvias razones ya no duerme en una cuna de colecho. Volvimos a especular sobre cuál sería su destino y antes de llegar a pensar en otra separación se me vino la magnífica idea; que la famosa cuna que algún día adquirimos y que se había convertido en un símbolo decorativo de su cuarto de juego, hoy en día nos podría servir de algo.

Le armamos un divertido “cambuche” al lado de nuestra cama con la intención de que si se quiere pasar lo pueda hacer con tranquilidad.

Fue así cómo nuestra hija tuvo su primer zoológico en casa.