Lactancia materna y el desprendimiento de nuestro instinto animal

Angelina Perna Chaux, IBCLC.

Unas de las grandes preguntas que nos hacemos es porque se nos ha hecho tan difícil iniciar y continuar con una lactancia sin complicaciones, siempre hay un, pero. Nos preguntamos qué paso en nuestra evolución y en la sociedad que afectó la naturalidad de las mujeres en dar el pecho. Si te has cuestionado esto y aún más interrogantes, te interesa este post.

Nuestra naturaleza en los últimos seis millones de años

La naturaleza del humano cambió radicalmente desde el día en que empezó el bipedismo, caminar erguidos en dos patas. A la vez, nuestro cráneo y cerebro aumentaron de tamaño tornándonos en seres razonables con capacidad para crear y manipular herramientas.

Se cree que los partos se volvieron más dolorosos por la misma consecuencia del achicamiento en la cadera necesario para caminar en dos patas, crecimiento de la cabeza y, por ende, el tiempo de gestación no fue lo suficiente para engendrar bebés que pudieran andar y alimentarse por sí solos, como lo hace gran mayoría de mamíferos. Es por esto que nos parecemos más a los canguros que a los caballos.

Con el uso de las herramientas descubrimos el fuego y nuestra vida de nómadas y de las cavernas fue cambiando a una vida sedentaria, construimos casas primitivas y con el tiempo dando el inicio de las grandes civilizaciones. Aprendimos a utilizar la tierra para cultivar los alimentos, a arriar ganado y a vivir en comunidades.

El ritmo circadiano era los que fijaba los patrones del sueño y la alimentación, marcados por la salida y puesta del sol. A partir de ello, regía la actividad cerebral y hormonal organizando la fisiología del hombre para la realización las actividades diarias.

Hasta hace pocos siglos, el rol de las mujeres fue el de procrear, amamantar y cuidar de sus hijos. Recolectábamos frutos con nuestros bebés cargados en bandoleras, atendíamos a sus numerosas familias y lactábamos con naturalidad a toda una descendencia hasta un destete natural. Toda la vida humana cargamos a nuestros bebés mediante el porteo.

El cambio drástico del estilo de vida en la naturaleza del humano

Apenas con el paso de los últimos siglos las cosas empezaron a cambiar de una manera bastante rápida para que la evolución pudiera hacer partícipe y fijar algún caracter. Cada vez encontramos más mujeres comprometidas en distintas áreas laborales con intención de instruirse en nuevos aprendizajes y participar en trabajos que solo eran realizados por los hombres, desde el trabajo duro en las granjas hasta el ingreso al ejército, en épocas de guerra. Todo esto son comportamientos que de entrada nos desprenden y separan del cuidado natural de nuestros bebés.

Los cambios en los estilos de vida y los distintos roles dentro de las familias, es que, en un muy corto tiempo en la evolución, la humanidad ha perdido por completo esa conexión que algún día tuvo con la naturaleza. El afán de la vida diaria coloca nuestra mente y pensamientos dentro de una estructura organizada de comportamientos que nos da las herramientas para adaptarnos al, “famoso estilo de vida occidental”.

Un ejemplo claro es cómo la medicina ha llegado a “simplificar” los temas relacionados al trabajo de parto y la lactancia. Los partos están cada vez más controlados por los médicos eliminando casi por completo el dolor y el trabajo que debe hacer la mujer para parir.

A la vez, la constante medicalización en la obstetricia y los protocolos hospitalarios fuera de serie, han afectado el primer paso que la naturaleza nos impuso para iniciar con una lactancia natural y placentera, la “explosión oxitocínica” durante el parto y el afianzamiento espontáneo del bebé con su mamá.

¿Las mujeres modernas qué tenemos en nuestras mentes?

Durante nuestra experiencia en la maternidad se nos rebosan muchas ilusiones, pensamientos tanto positivos, de esperanza hasta sentimientos de dudas, miedos e inseguridades. Al mismo tiempo nos preocupamos por que a nuestros hijos no les falte absolutamente nada en cuanto a lo material y hacemos de cuanta maroma para aportarle todo. Nos dejamos llevar por el consumismo y lo que vemos en nuestro alrededor, y olvidamos que, lo que necesita realmente nuestros bebés es ser amamantados.

En los centros comerciales encontramos millones de artículos para bebés que de alguna manera si analizamos su función, estos generan separación física de la madre con su hijo, como ocurre con los coches, cunas hasta sillas mecedoras. Son los útiles inútiles de los bebés que cuando no sabemos darle un inteligente uso y ponemos nuestra fe en ellos, olvidamos por completo que el hábitat de un bebé es el pecho de su mamá.

Poco se ve a las mamás cargando a sus bebés en el pecho o en la espalda, yendo a todas partes a realizar sus actividades diarias o hasta ir al trabajo. Solo una pequeña comunidad de padres informadas, portean a sus bebés cerca de sus cuerpos e intentan vivir con mayor naturalidad esa conexión estropeada por la industrialización del mundo de hoy.

¿Qué pasó y qué podemos hacer?

“La naturaleza racional del ser humanos ha sido la causante del desprendimiento de ese instinto fisiológico, sin embargo, no lo podemos evitarla, aunque si, ¡entenderla para actuar!”

La manera de reconectarnos con ese instinto es poniendo en práctica y entendiendo que se logra esa conexión durante el vínculo materno que viene acompañado del acercamiento permanente de afecto, contacto piel con piel, atendiendo con mucho amor y paciencia a los llamados y necesidades de nuestros bebés, dejando a un lado los prejuicios de crianzas con límites y forjando aún más ese vínculo, durante el amamantamiento.

Es por esta razón invito a toda mamá a tomarse un tiempo para rencontrarse con su instinto animal que será beneficioso para atender los llamados naturales del acto de amamantar.